Robando alas a un sueño,
atando nudos en mi cielo,
un dÃa me encontré abrazada a mi cuerpo,
mi cintura hecha lamentos sin tus dedos,
corrà por mi cuarto buscando algo de ti,
saber que aún existÃas entre mis recuerdos
polvorientos, escasos, etéreos.
Tu rostro de ángel se poso en mis labios,
una breve imagen adolorida de ti
encontrarte en un surrealista momento
era mi ritual de ninfa despreciada.
Tu voz de incienso penetró mis oÃdos,
no puedo olvidarla y ese es el pecado
de este espÃritu a la muerte condenado.
Esperar un te amo es mi frustración.
Mi jardÃn de rosas muertas es mi horrible tortura.
Con premura asesina asesiné mi corazón
clavando inquisidoras dagas en mi piel
de paloma herida y sin calor.
Aquella tarde de diciembre
se desangró mi esperanza hasta la agonÃa
de una lágrima en nombre del dolor
de esta pobre carroña arrepentida
de posar sus fatales ojos en tu voz.
Sgto. 26 de octubre del 2005
Nelly Encina Aguilar
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